No es seria una ciudad cuyo límite con otra ciudad es una calle. Habiendo dicho esto, todo lo que pueda decir de San Bernardo queda a su juicio. Mi primer impresión fue esa: en qué cabeza entra que si cruzas una calle inmediatamente te transportas a otro lugar, en este caso, Mar de Ajó, otro balneario de la provincia de Buenos Aires.
En qué mente perversa cuadra esta inverosimilidad urbana. Dios mio, alguien que me lo explique.
Vamos en el auto con mi papá, que madrugó para irme a buscar a la estación de colectivos (al margen: ¡que para la mierda que dormi!), y me dice: “Mirá Payi, acá donde termina esta avenida, la Choir, que es la principal, empieza otro balneario, Mar de Ajó”. Yo, atónito ante tan grande revelación, con los ojos desorbitados y casi enojado, respondo: “¿Vos me estas cargando?”. “No, no te estoy tomando el pelo, acá estamos en San Bernardo -dice mientras cruzamos despaciiiito los escasos metros de “frontera”, que es la Av. Belgrano- y acá en Mar de Ajó”. Que lo tiró...
Boliches y gente vomitando; adolescentes bonaerenses que pasan sus primeras vacaciones lejos de papá y mamá (aunque ellos siempre estan presentes en forma de billete); carteles de alquilo casa, depto, techo, lo que sea; “Mariscos y delicias de mar”; y casas de videojuegos abiertas las 24 horas, son algunos de los escenarios, personajes y mensajes con los que me topo en mis primeros minutos bernardianos.
De todas formas, lo repito, no es serio este lugar. Tengo miedo de cruzar la calle y perderme en una dimensión balnearia desconocida, en la que mi mapa de San Bernardo no me sirva como brújula. ¡Ayuda!
Adio!
En qué mente perversa cuadra esta inverosimilidad urbana. Dios mio, alguien que me lo explique.
Vamos en el auto con mi papá, que madrugó para irme a buscar a la estación de colectivos (al margen: ¡que para la mierda que dormi!), y me dice: “Mirá Payi, acá donde termina esta avenida, la Choir, que es la principal, empieza otro balneario, Mar de Ajó”. Yo, atónito ante tan grande revelación, con los ojos desorbitados y casi enojado, respondo: “¿Vos me estas cargando?”. “No, no te estoy tomando el pelo, acá estamos en San Bernardo -dice mientras cruzamos despaciiiito los escasos metros de “frontera”, que es la Av. Belgrano- y acá en Mar de Ajó”. Que lo tiró...
Boliches y gente vomitando; adolescentes bonaerenses que pasan sus primeras vacaciones lejos de papá y mamá (aunque ellos siempre estan presentes en forma de billete); carteles de alquilo casa, depto, techo, lo que sea; “Mariscos y delicias de mar”; y casas de videojuegos abiertas las 24 horas, son algunos de los escenarios, personajes y mensajes con los que me topo en mis primeros minutos bernardianos.
De todas formas, lo repito, no es serio este lugar. Tengo miedo de cruzar la calle y perderme en una dimensión balnearia desconocida, en la que mi mapa de San Bernardo no me sirva como brújula. ¡Ayuda!
Adio!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario