Hoy Twitter no funcionó por varias horas. El amigo Faco -twitteador si los hay- estaba mal. Se lo notaba ansioso, nervioso, le faltaba algo. Recién entonces me di cuenta que twittear es para algunos, no sólo un pasatiempo, sino una necesidad. Y entonces noté que el ataque no sólo perjudicó a una red social sino que atentó contra una adicción de muchos. Fue ahí cuando me enteré de que hay incluso placebos para acolchonar esa abstinencia de twetts: como tweetlater, un servicio que permite twittear cuando el sitio está caído y actualizar automáticamente cuando todo vuelve a la normalidad. Algo así como un chicle de nicotina para un fumador, pero en torno al what are you doing que debe ser llenado en 140 caracteres. Es más hay decálogos para identificar a un adicto a Twitter. También existen listas de herramientas indispensables para todo adicto. Y hasta está quienes buscan una conspiración contra el sitio y se preguntan: ¿Quién quiere acabar con Twitter? No será que Twitter cambió más de lo que todos creemos en el mundo online... es sólo una pregunta, la respuesta vendrá después, supongo.
Adio!
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