La señora tía tenía la movilidad de una tortuga galápagos, pero la vitalidad de una adolescente en su plenitud. Se llamaba Manuela, era española de nacimiento, salteña por adopción, y quienes la conocieron bien dicen que tenía 91 años. El domingo su vitalidad se apagó. Murió. Hay ciertas cosas de la señora tía que nunca me voy a olvidar. Primero, que en unas vacaciones en Salta le puse el apodo "señora tía" y pegó en la familia. Segundo: la manera particular que tenía de cortar sandías que eran más grandes que ella. Tercero: con que pasión explicaba recetas de cocina. Sepan que la señora tía fue una precursora de la hermana Bernarda en Salta. Y por último, cómo lloraba el día del funeral de mi suegro, Diego, cuando pedía irse con él, su sobrino, querido, y puteaba a la vida por injusta, desde su silla de ruedas. Ahora, supongo, estarán los dos en algún lugar, recordando viejos tiempos, pasándose el secreto para el blanco de ajo o la mayonesa de apio. O quizás, Manuela, la señora tía, esté contando alguno de sus chistes verdes, esos que alegraban a toda la familia en cada fiesta y desde esta semana no van a estar más. Ella sabía que se iba a morir, por eso un mes antes de irse, se mudó a la casa donde había vivido toda su vida; quería dormirse en esa cama que tantos recuerdos le traía y no despertar. Le salió bien, ya descansa en paz.
Adio!
Adio!
1 comentario:
No te conozco, seguramente algun dia tendre ese placer, pero te digo que asi vivio MI MADRE, tal cual la describiste. Esa persona fue y será MANUELA. te agradesco por que si algo faltaba fue tu descripción y seguramente estara junto a sus seres querido en ese lugar que solo Dios tiene para los sus elegidos. Diego Daniel Navarro uno de sus cuatro hijos. GRACIAS
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