Ayer, me tocó estar presente en el acto de desagravio a los hermanos Agustín y Alejandro Rossi, que organizaron los diputados del Frente para la Victoria Dante "Canca" Gullo y Jorge Coscia. En el escenario, en medio del clima de fiesta mezclado con una suerte de "revanchismo" que olía a "en octubre vamos a ver quien la tiene más grande", había dos personas que habían sido atacados por defender sus ideales. Y en cierto punto me sentí identificado con algo que dijo Alejandro, el menor de los Rossi, cuando le tocó tomar la palabra, después de haber estado masticando bronca, esa bronca que no se le va a ir más, desde el altercado en Laguna Paiva.
Rossi dijo que esta no era la primera vez que lo escrachaban y enumeró que cuando estaba comiendo con sus hijos cuatro grandotes "que de a uno no se aninan a venir" lo fueron a increpar; también la paso caminando por la calle, en el super, el las estaciones de servicio y, lo que más me llegó, que a sus hijos en el colegios sus propios profesores les dijeron cosas.
No sé si quienes leen este blog saben que mi papá es político, militante radical desde tiempos del Alfonsinismo. Cuando le defino digo que es des esos radicales que de tanto amor por el partido fueron los que votaron a Moreau en el 2003, ese 2% de radicales de verdad. Bueno, una vez, cuando mi viejo era legislador provincial, se iba a votar una ley sobre educación. Era sábado y yo estaba por ir junto a mi hermano a jugar a la pelota con nuestros amigos. Mi mamá nos estaba por llevar en el auto cuando empezamos a escuchar ruidos. Me asomé por la ventana de la cocina de casa y un multitud de docentes golpeaban la reja, insultaban al aire, gritaba "que salga Blanco, que salga Blanco", mientras nosotros estábamos como rehenes dentro de casa.
¿Qué sentir ante esa situación? Lo primero es miedo. Lo segundo es desesperación, la desesperación de saber que puede pasar cualquier cosa y uno está encerrado con la familia -que es lo que más quiere- en casa. Lo más triste fue ver a nuestros propios profesores en la reja de casa, con la muchedumbre que no nos dejaba salir de casa. Como hombre de palabra, que no le teme a nada y tiene los ideales bien puesto, mi papá salió, frágil, sin miedo, a contarles a los docentes cual era su postura sobre el tema. Solo, con esa leve curvatura que le dio la edad, habló con la firmeza que no tiene su espalda y, respetuosamente, le pidió a los docentes que se fueran. Tuvimos suerte porque papá salió; a otro legislador que no tuvo la valentía de salir a dar su opinión le quemaron el garage.
El lunes, nos llamaron desde la tutoría del colegio para que los profesores que estaban escrachando nuestra casa nos explicaran por qué lo hicieron. Dijeron qué querían saber la opinión de papá en torno a esa ley educacional y que esa fue la manera que encontraron para hacerlo. Acepté que esa sea su manera, pero no la compartí, les dije. Qué tenemos que ver mi mamá, mi hermano y yo, con todo eso o éramos acaso nosotros los que debatíamos en el recinto. No hubiera sido mejor ir a buscar a papá a otro lado, sin molestar nuestras vidas, sin llenarnos de miedo a nosotros. No es fácil ser hijo de un político. Son personas mal vistas, todos creen que son especuladores, que lo hacen por la guita, por el poder. Nunca nadie va a entender que hay otros, como papá, que lo hacen porque lo sienten, porque es lo que les gusta. Tampoco van a entender que para él la políta le sacó más de lo que le dio. Qué van a entender si cuando quiere expresarse lo primero que usan es el escrache.
Justifico el escrache solo en dos situaciones. A los represores que torturaron, mataron y robaron bebés, haciendo desaparecer a 30 mil argentinos sólo por sus ideales. Y a los violadores y asesinos, no importa si la víctima sea un niño o un adulto. No me causa indignación cuando queman su casa, siempre y cuando viva solo, ni cuando los quieren linchar. Comprendo a esa turba, pues lo motiva algo irreparable como es la muerte o la vejación. No es lo mismo en el caso de los hermanos Rossi, no fue lo mismo en el caso de escrache que me tocó vivir. Lo mismo con el que le tocó vivir a Luciano Miguens en la sede de La Rural.
Me extendí demasiado, disculpas, fue catárquico. Acá las notitas que hice ayer con video desde el acto. En el acto de desagravio a los hermanos Rossi, el kirchnerismo lanzó una nueva cruzada contra el campo y Raúl Rizzo: "Si Cobos tiene dignidad debe renunciar".
Adio!
2 comentarios:
ya ni me acordaba de eso!
No es que tenga mucha relevancia, pero me da cosa no avisarte. No quiero que sientas que te estoy bardeando a escondidas; ni lo uno ni lo otro. Lo que dije, aquí: http://jmbset.blogspot.com/2009/03/con-la-cabeza-escrachada-en-medio-de.html
Como verás, sólo fuiste el disparador de un posteo ignoto. Saludos.
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