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Mis recuerdos se fueron al tacho cuando, en efecto, me compré un Patalín. ¿Patalín dije? Tendría que llamarse Patalincito, porque dista de ser el pie, con todas las letras, que era en el pasado. Ahora, es sólo un piecito pálido, con los dedos malformados, poco gusto y menos onda. Y pensar que fuiste elegido el mejor helado de la historia.
¡Qué pasó Patalín, tú, helado glorioso que tanto foot-fetish has ocasionado en la generación del 80! De corazón, me pareció un fiasco, y eso que tengo años de patalines encima. ¿Habrá sido el paso de Laponia a Frigor? Qué se yo. No es tiempo de preguntas, sino de lamentos. Qué quieren que les diga, me ilusioné al pedo y bueh...
Adio!
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