Al final, en las elecciones, lo único que importa es una cosa: quién gana. Ese es un dato. Nada más. Algo duro. Una cifra. Un resultado. Una foto. En el medio, hay un sinnúmero de historias, detalles y matices que contar. Esa debe ser la misión de un enviado especial. Salirse de los esquemas rígidos que plantea una elección, reinventarlos. Contar vidas, proyectos, situaciones insólitas. Hay un mundo por descubrir con tan sólo afilar un poco la mirada.
Eso es justamente lo que no ví en los diarios argentinos nacionales que, a grandes rasgos, hacen casi una cobertura calcada. Salen con las mismas cosas, el mismo enfoque, y hasta los mismos títulos. Para qué sirve, entonces, un enviado si no es para vivir la experiencia, encontrar lo diferente. La agenda monolítica puede ser seguida desde Buenos Aires, el enviado deber responder al precepto: "original o nada". Salta fue un ejemplo paradigmático. Una verdadera lástima.
Adio!
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