martes, mayo 19, 2009

De cuando te encontras un bicho en la comida


Hoy, cuando fuimos a comer con Vero Wi y Pato Erb, nos pasó algo desagradable. Cagados de hambre, como íbamos, con Pato agarramos el pan y empezamos a morfar, desesperados, untando quesito a la velocidad de la luz. De repente, Vero va a agarrar su pan y su cara se transformó. Había una cucarachita en la panera, vivita y coleando, moviendo las antenitas. Apenas vimos eso, dejamos de masticar, tragamos el bolo de miga que teníamos en nuestras bocas y avisamos, sin levantar la perdiz, a la moza. Nos pidio perdón y retomamos el almuerzo con un poco de asquito. Pero el hecho dio pie a que habláramos de lo choto que es cuando te encontráis un bicho en la comida.

Vero rompió el hielo y contó que una vez, en el comedor de Velez, había pedido unos ravioles con tuco. Mientras los revolvía, antes de comerlos, se encontró un cucarachón en medio de la salsa. Llamó al mozo y le dijo. El tipo fue de lo más desopilante: "No es una cucaracha, es un laurel, mirá", le respondió mientras con un tenedor remozaba el insecto en la salsa, como si fuese una inofensiva hoja de laurel. Vero, como se imaginan, no comió.

A mi prima Angie una vez le pasó algo similar, pero con una pizza de Ugis. En su época, la de muzzarella salía dos mangos con cincuenta, entonces, un mediodía de mucha lija nos fuimos a comprar dos para nosotros dos, una animalada. Apenas llegamos, ella, casi famélica, sacó un pedazo y lo mordió. Al segundo, se dio cuenta de una presencia incómoda. Una mosca fundida en el queso. Tuvimos que levantar todo el queso después para cerciorarnos de que era un solitario insecto.

Pero sin lugar a dudas, lo que le pasó a mi hermano, Emilio, fue lo más hilarante. Estábamos de vacaciones con mi familia en Las Grutas. Nosotros tendríamos unos 15 años. Entramos con Papá y Mamá a un restaurante de minutas. Pedimos. Emi se pidió una hamburguesa y cuando ya le había pegado un mordisco, descubrió un gusano que caminaba por su lechuga-tomate-queso-y-cebolla. El mozo dijo que era imposible, que seguro se había caído del techo, hasta insinuó que nosotros la pusimos ahí. Pedimos otra hamburguesa para que Emi comiera. ¿Y saben lo que pasó? Nos cobraron las dos: una con gusano y otra sin. Unos hijos de mil puta.

En fin, así son las historias de bichos en el morfi, algunos dicen que es peor encontrarse un enrulado cabello de alguna parte del cuerpo, para mi es igual de asqueroso. Puajjjjjjj.

Adio!

2 comentarios:

Nicolás Mavrakis dijo...

Conozco a una mujer que estaba tomando un cortado frente a un hospital y sintió una molestia entre los dientes, hurgó con la lengua y encontró una cucaracha.
La escupió y estaba viva.
True fact.

Pato Erb dijo...

Quiero dejar super claro (a pesar de que el post lo manifiesta): con el Sr. Payo nos manducamos sin chistar el pedazo de pan que teníamos en la boca, pese a que nos dimos cuenta de que el mismo había servido como abrigo del cascarudo en cuestión. No queríamos escupir frente a Wiñazki.