(Foto: AFP) Anoche presencié incrédulo cómo los dos hombres que pugnan por ser candidatos de la mayor potencia del mundo se paraban frente a las cámaras a debatir. ¡Debaten! Aunque suene extraño decirlo así, no me canso y repito: ¡Debaten! En el segundo de tres encuentros, Barack Obama y John McCain, moderador con voz de locutor mediante, protagonizaron el town-hall-debate, una modalidad de debate más laxa, en la que los candidatos responden preguntas de un grupo de ciudadanos y otras que llegan por la web.
Durante una hora y media, el negro y el blanco, el viejo republicano y el jóven demócrata, caminaron por un plató de alfombra roja y discutieron entre ellos, para el público y los millones de televidentes alrededor del globo. Hubo chicanas, chistes malos, respuestas vagas y otras acertivas y más que contundentes. Los presentes preguntaron y los candidatos, después de alabar cada pregunta (incluso las malas) como reza el manual, se mostraron dispuestos dar su opinión.
La última pregunta fue, a mi entender, la mejor: "Qué es lo que no saben y qué harían para aprenderlo". Directa y abierta a la vez, una interpelación perfecta para concluir el debate. ¡Sí, debate! Después los candidatos, junto a sus esposas, se quedaron saludando a los presentes, McCain un poco menos de tiempo que Obama, que sumó puntos a lo loco por sacarse fotos con todos y cada uno que se lo pidió.
Mientras lo mirada, me fue imposible no preguntarme: ¿Por qué esto no pasa acá?¿Pueden imaginarse lo que hubiera sido ver a Cristina Fernández de Kirchner debatiendo con Elisa Carrió en septiembre de 2007? Mamita... Sin embargo, esto es sólo una expresión de deseo, porque en Argentina los debates presidencial son -y creo yo por unos cuantos años serán- imposibles. (NdeR: eso aborda mi proyecto de tesina que vengo desarrollando desde hace un tiempo).
O, yendo más atrás en el tiempo, un imaginario debate entre Carlos Menem y Néstor Kirchner; o, más aún, entre Duhalde y De la Rúa. ¿Hubieran cambiado algo? Nunca lo sabremos. No obstante, me parece que lo rescatable es que admirable es que en un país donde el marketing político rige cada movimiento proselista, haya oasis de diálogo espontáneo entre candidatos. Sí, ya se, los debates están planificados hasta el más mínimo detalle, pero siempre hay una línea de fuga por donde lo imprevisto se puede colar.
¡Debaten! Que lejos estamos...
Adio!