jueves, marzo 01, 2007

Un Rocky que resiste la jubilación

Cine



ROCKY BALBOA, sexta entrega de la popular saga del mítico boxeador de Filadelfia, puede ser vista como dos manera de contar una misma historia de vida, que transcurre a la vez en escenarios tan disímiles como son la pantalla de cine (que erige un mundo ficticio y controlable), y la realidad cotidiana (imprevisiblemente cruda).
Por un lado, la cinta -protagonizada, escrita y dirigida por Sylvester Stallone- muestra la lucha de un boxeador que, noqueado y destruido por la muerte de su esposa Adriana, no puede escapar del encierro de un pasado sofocante, que se ha convertido en su único y aplastante presente.
Pero lo que trasciende el celuloide es la pelea de un actor por dejar el ostracismo de las sombras de Hollywood. Ese es el verdadero desafío que Stallone comanda, resucitando a un Rocky sesentón, con artrosis y calcio en las articulaciones, lo que transforma al film en una revancha de la persona(personaje) por recuperar la fama perdida.
Un combate simulado por computadora, que da como vencedor a Rocky frente al actual campeón Mason “The Line” Dixon, despierta la curiosidad de los aficionados y la ambición de los representantes joven púgil, que rápidamente organizan un encuentro de exhibición, para que su apoderado –abucheado en su última defensa del título- levante su popularidad.
Este evento sirve de pretexto para que Rocky pueda luchar por última vez. Sin embargo, en esta ocasión, su objetivo principal no será la victoria, sino expulsar todos los sentimientos que tiene guardados, librándose de una vez por todas de un pasado que lo acosa día a día.
Rocky Balboa (para todos Rocky VI) es narrativamente previsible y repite la misma formula de la primer película (léase: un Rocky apagado, Rocky con los guantes en el cuadrilátero, Rocky feliz). Pero a pesar de esta falta de nuevas ideas, la película posee el mérito de ser el exponente más sentimental de toda la saga, desocultando ante los ojos del espectador la compleja psicología de un boxeador retirado, sumido en la depresión que eso conlleva.
Esta veta expresiva es reforzada por las historias de los personajes secundarios de la película, con quienes Rocky debate conflictos afectivos, siempre en ese lenguaje particular y rudimentario que Stallone ha sabido crear para el personaje más relevante de su carrera. Paulie, interpretado por un Burt Young intacto, Rocky JR. y Marie, con quien “el semental italiano” se vincula sentimentalmente, son irremplazables para la cinta, a pesar de sus flojas actuaciones.
La ambientación invernal y la poca iluminación, se complementa a la perfección con el ánimo de los personajes y el tenor dramático del film.
El entrenamiento en el frigorífico golpeando reses, el equipo de gimnasia gris en una gélida mañana, y el trote por las escalinatas del Museo de Arte de Filadelfia al son de “Eye of the tiger”, todos iconos que inmortalizaron a Rocky, no quedan afuera de la versión 06´.
Stallone y Rocky, la persona y el personaje, terminan sin mayores traumatismos la película. Finalmente, el boxeador consigue desembarazarse de sus fantasmas, claro que después de un maremoto de piñas en el ring. Sólo resta ver si con Rocky Balboa la estrella del actor se ilumina nuevamente. De todas formas, Stallone sigue al pie de la letra en refrán “persevera y triunfaras” y ya imagina como será vivificar a Rambo, su otro papel pesado en el mundo de Hollywood, ésta vez en búsqueda de terroristas islámicos.

CALIFICACIÓN: no sólo apta para fanáticos!

Adio!

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