Periodístico
Los perros y la caca
ALTA SUCIEDAD
No pasa un día sin que los porteños se topen con la incómoda presencia del excremento canino. Inunda veredas y plazas de la ciudad. Además de ensuciar las calles, puede transmitir enfermedades. Un problema que motiva muchas quejas vecinales.
ALTA SUCIEDAD
No pasa un día sin que los porteños se topen con la incómoda presencia del excremento canino. Inunda veredas y plazas de la ciudad. Además de ensuciar las calles, puede transmitir enfermedades. Un problema que motiva muchas quejas vecinales.
por Pablo Javier Blanco
La ciudad autónoma de Buenos Aires tiene dos calles que baten marcas a nivel mundial. Por un lado, la avenida 9 de Julio, considerada la más ancha del planeta, y por el otro, Rivadavia que es la avenida más larga del globo terráqueo.
Pero hay otro dato relacionado con las calles porteñas que no figura en los folletos de turismo, ni resulta atractivo para los ojos propios y extranjeros: las veredas de Buenos Aires están repletas de caca de perro.
Por donde se transite, en todas las cuadras, al menos una pequeña montañita de excremento canino adorna el camino de quienes deciden ir a pie por la ciudad.
En el barrio de Almagro, cerca de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires –situada en Ramos Mejía y Franklin- estudiantes, profesores y vecinos deben enfrentarse, particularmente de noche, con veredas que son laberintos marrones, donde la concentración y la vista tienen que estar fijadas única y exclusivamente en el piso, ya que el peligro de pisar un “regalito” esta siempre latente, acechando.
Plazas y espacios verdes no escapan a esta situación. Los espacios verdes son utilizados como baños públicos por un gran porcentaje de los 480.000 perros que viven y ladran en la ciudad.
En la plazoleta ubicada sobre la calle Ecuador, entre Mansilla y Charcas, la dificultad resulta preocupante. Los vecinos la califican como una “carrera de obstáculos”, donde lo difícil es no pisar las heces diseminadas en el cemento.
Otro ejemplo es plaza Las Heras. Allí, la caca de perro es figurita repetida. Aunque cuenta con un espacio destinado sólo al mejor amigo del hombre, la presencia de materia fecal en el pasto de este espacio público es una constante que pone en riesgo la salud de quienes circulan por este parque.
Tanto los pequeños que juegan en los areneros, como los eternos tomadores de sol que retozan sobre el verde suelo cuando el sol parte la tierra -ambos en permanente contacto con estos lugares contaminados- pueden contagiarse enfermedades, que van desde simples mareos y dermatitis hasta trastornos visuales que pueden producir ceguera.
La incapacidad del gobierno de la ciudad para solucionar el problema se suma a la irresponsabilidad de los tenedores de perros que, a la hora de levantar la caca de sus animales, miran hacia otro lado.
Aunque el saber popular diga que pisar caca de perro trae suerte, lo concreto es que el sorete nuestro de cada día puede ser un peligro para la salud. Como dice un vecino, “Cuando uno lo pisa se siente una mierda”.
Pero hay otro dato relacionado con las calles porteñas que no figura en los folletos de turismo, ni resulta atractivo para los ojos propios y extranjeros: las veredas de Buenos Aires están repletas de caca de perro.
Por donde se transite, en todas las cuadras, al menos una pequeña montañita de excremento canino adorna el camino de quienes deciden ir a pie por la ciudad.
En el barrio de Almagro, cerca de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires –situada en Ramos Mejía y Franklin- estudiantes, profesores y vecinos deben enfrentarse, particularmente de noche, con veredas que son laberintos marrones, donde la concentración y la vista tienen que estar fijadas única y exclusivamente en el piso, ya que el peligro de pisar un “regalito” esta siempre latente, acechando.
Plazas y espacios verdes no escapan a esta situación. Los espacios verdes son utilizados como baños públicos por un gran porcentaje de los 480.000 perros que viven y ladran en la ciudad.
En la plazoleta ubicada sobre la calle Ecuador, entre Mansilla y Charcas, la dificultad resulta preocupante. Los vecinos la califican como una “carrera de obstáculos”, donde lo difícil es no pisar las heces diseminadas en el cemento.
Otro ejemplo es plaza Las Heras. Allí, la caca de perro es figurita repetida. Aunque cuenta con un espacio destinado sólo al mejor amigo del hombre, la presencia de materia fecal en el pasto de este espacio público es una constante que pone en riesgo la salud de quienes circulan por este parque.
Tanto los pequeños que juegan en los areneros, como los eternos tomadores de sol que retozan sobre el verde suelo cuando el sol parte la tierra -ambos en permanente contacto con estos lugares contaminados- pueden contagiarse enfermedades, que van desde simples mareos y dermatitis hasta trastornos visuales que pueden producir ceguera.
La incapacidad del gobierno de la ciudad para solucionar el problema se suma a la irresponsabilidad de los tenedores de perros que, a la hora de levantar la caca de sus animales, miran hacia otro lado.
Aunque el saber popular diga que pisar caca de perro trae suerte, lo concreto es que el sorete nuestro de cada día puede ser un peligro para la salud. Como dice un vecino, “Cuando uno lo pisa se siente una mierda”.
1 comentario:
¡Dejate de molestar! La caca de perro no hace nada. Sos un exagerado. Encima de que tenemos perro y los cuidamos y le damos vivienda, hogar, cariño, ¿tenemos que levantar la caca? NI HABLAR. Si a vos no te gusta, la levantás vos.
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