Reflexión
Antiguamente para entrar en la historia de una ciudad, de un país, habia que realizar grandes proezas que sirvieran al bien público. Así era como un nombre hasta antes desconocido irrigaba a velocidad descomunal por los venas de la sociedad, que incluso podía llegar a sacralizar a ese hombre/nombre, sacralizarlo, volverlo inmortal.
Desde tiempo inmemorables el hombre a luchado en contra del olvido, ese dejo de impotencia que implica no ser recordado, ergo ignorado. Pero el escenario se modificó drásticamente cuando en los medios de comunicación aparecieron los personajes cotidianos, ese ciudadanos que se estaba forjando de a poco e impulsaba la res pública, ya sea de buena manera (instalando innovadores inventos o realizando gestas héróicas) o incluso de un modo aterrador (basta con el ejemplo del famoso asesino Jack el destripador, que ha quedado en los anales del tiempo como uno de los primeros asesinos seriales de la historia).
En un principio, digamos 1600, las páginas de las gacetas, pasquines y surgientes diarios (aún para un público sectario), competían con el chisme, el rumor y el boca a boca. En el mercado, esa plaza pública, los transeutes se impregnaban de información, tribial y vital, para sus actividades. Hoy, los medios de comunicación achican esa brecha de acceso a las noticias y sus protagonistas. Todo ha cambiado, incluso algunas secciones más laxas de los diarios permiten que se recuerde logros personales de ciudadanos locales o aniversarios a través de fotografías, esos momentos grabados en el tiempo, que vuelven indelebles los recuerdos.
Ustedes diran ¿Por que este tipo dice todo esto? Bueno, salí en Cordón Cuneta, una institución a cargo del periodista e historiador "Mingo" Gutierrez, y d esta manera e tomado trascendencia pública. ¿Porqué salí? Pues por que di mi ultimo final y estoy a una tesis de distancia de ser licenciado en comunicación social. ¿Qué es lo importante de todo esta reflexión? Que de alguna manera hoy me siento menos mortal, mi rostro en esa contratapa es una manera de desterrar el olvido, porque cuando alguien revise el Sureño del 20 de Diciembre del 2006 podrá saber -escuetamente- quien fui, que hice, y como me veía a los 23 años.
Por eso hoy estoy contento y escribo, para que tambien en Internet quede mi marca imborrable de lo un día super ser y hacer.
Adio!
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