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Gripe aviar: ¿quién protege los derechos de los pollos?
Peter Singer. PROFESOR DE BIOETICA, UNIVERSIDAD DE PRINCETON
Hace cincuenta años, los criadores de pollos de EE.UU. descubrieron que al mantener a sus aves en cobertizos podían producir pollos para el consumo de manera más barata y con menos trabajo que mediante los métodos de corral tradicionales. El nuevo método se generalizó: los pollos desaparecieron de los campos para quedar confinados en largos cobertizos sin ventanas. Había comenzado la industria de cría intensiva.
Si uno entra a uno de estos lugares (si el propietario lo permite), se encontrará con hasta 30.000 pollos. Ningún pollo puede moverse sin tener que pasar por encima de otras aves. Las gallinas apenas pueden moverse, ya que están apiñadas en jaulas de alambre, una encima de otra.
Los ambientalistas señalan que este método de producción no es sustentable. Para comenzar, depende del uso de energía de combustibles fósiles para iluminar y ventilar los cobertizos y para transportar el grano que comen los pollos. Cuando este grano, que los humanos podrían comer directamente, se da a los pollos, éstos usan parte del mismo para crear huesos, plumas y otras partes del cuerpo que no podemos comer. De manera que al final obtenemos menos comida que la que les dimos a las aves (y menos proteínas también), mientras que el desecho de los excrementos concentrados de los pollos provoca una grave contaminación en los ríos y aguas de superficie.
Los promotores de los derechos de los animales protestan, argumentando que apiñar a los pollos les impide formar una bandada natural, les causa estrés y, en el caso de las gallinas apiladas, les impide incluso estirar las alas. El aire de los cobertizos tiene un alto contenido de amoníaco procedente de los excrementos, que normalmente se acumulan durante meses antes de ser limpiados. Los expertos médicos advierten que, puesto que a las aves se les administra antibióticos de manera regular para hacer que crezcan en condiciones tan apiñadas, sucias y llenas de tensión, las bacterias resistentes a los antibióticos podrían convertirse en una amenaza a la salud.
No obstante, y a pesar de estas críticas bien fundadas, en los últimos 20 años la industria de cría intensiva (no sólo de pollos, sino también cerdos, terneros lechales, vacas productoras de leche y, en comederos al aire libre, otros tipos de ganado) se ha extendido con rapidez en los países en desarrollo, especialmente en Asia. Ahora estamos descubriendo que las consecuencias pueden ser mucho más mortíferas que lo que nunca imaginamos.
Como señaló Earl Brown, virólogo de la Universidad de Ottawa, después de un foco de gripe aviar en Canadá, "la cría altamente intensiva de pollos es un ambiente perfecto para generar un agresivo virus de gripe aviar".
Otros expertos coinciden con esto. En octubre de 2005, un grupo de tareas de las Naciones Unidas identificó como una de las causas fundamentales de la epidemia de gripe aviar "los métodos de cría que apiñan grandes cantidades de animales en espacios pequeños".
Los partidarios de la industria de cría intensiva a menudo argumentan que la gripe aviar puede ser propagada por bandadas de aves criadas a campo libre, patos salvajes u otras aves migratorias que pueden entrar en contacto con las aves de campo libre para alimentarse con ellas, o bien pueden dejar caer sus excrementos al volar sobre ellas. Pero, como Brown ha hecho notar, los virus encontrados en las aves salvajes generalmente no son muy peligrosos.
Por el contrario, sólo cuando estos virus ingresan a recintos de crianza avícola de alta densidad mutan a algo mucho más agresivo. En contraste, las aves criadas con métodos tradicionales tienen más probabilidades de ser más resistentes a la enfermedad que las aves estresadas y genéticamente similares que son mantenidas en sistemas de confinamiento intensivo. Más aún, las instalaciones de cría intensiva no son seguras biológicamente: con frecuencia están infestadas de ratones, ratas y otros animales que pueden transportar enfermedades.
Adio!