Pasan tantas cosas en cuatro años, crecemos, tenemos alegrías y tristezas, evolucionamos, vivimos, pero también recordamos. Un día como hoy, 10 de diciembre, pero de 2007, cuando Cristina Kirchner estaba por asumir, recibí una de las peores llamadas de teléfono de mi vida. Era mi novia, desde Salta, avisándome que su papá, Diego, mi suegro, se nos había ido. Entró a terapia y no salió jamás. Todavía se lo extraña. Sus manías, sus pocas palabras, su manera de manejar, sus puchos, habanos, y las hojas de coca que mascaba. Ya pasaron cuatro años desde que tomé ese avión rumbo a Salta para decirle chau. Yo todavía estaba buscando laburo, me acuerdo. Él nunca llegó a leer una nota mía, salvo una de Noticias que me pidieron como colaborador, trabajando ya como periodista. Creo que le hubieran gustado mis notas. No sé... Quiero pensarlo así. Con el tiempo y los años, me fui olvidando cosas, pero hay cosas que uno de no puede olvidar, le quedan marcadas. Con la muerte, pasa eso. Cuando se muere un ser querido, pasa eso. Creo que mi suegro fue, sin saberlo, el primer familiar al que yo realmente quería y conocía, que sentía como propio, que se me fue. Por eso, quizás, recuerdo cada detalle de su funeral. Desde que mande un mail antes de tomar el avión, hasta cómo me largaba a llorar cuando me dejaban solo, el abrazo que le di a mi suegra, pasando por el momento en el que cerraron su ataúd, ufffff..., o cuando cayó el gordo del taller, que me contaba que tenía perros y una se llamaba Shakira, aunque él le decía Chakira.
Así, todo. Ahora lo recuerdo con una sonrisa, aunque moqueando por momentos. Por eso, capaz, escribo esto, como aquella vez te escribí
una carta. Vos sabes que yo no creo en la vida en el más allá, pero si en que, cuando uno se va, vive en los recuerdos de los que lo quisieron. Yo te quise, por eso te recuerdo, o te vivo. Nevi y la familia está bien... Más grandes, más viejos, pero con la memoria intacta.
Adio!