Hoy Elisa Carrió atraviesa el peor momento político de su vida tras de las elecciones primarias. Después de 18 años, el pueblo que quitó el poder, según dijo el lunes cuando asumió, ella solita, la derrota de la Coalición Cívica el 14 de agosto. Ahora, muchos quieren hacer leña del árbol caído (teniendo en cuenta que Lilita es chaqueña, leña del quebracho colorado caído). Pegarle a Carrió hoy es lo más fácil. Casi un deporte de moda. Son pocos los que la defienden. Matías Méndez, su vocero que hace 11 años comparte día, noche, alegrías, enojos, almuerzos, cenas, viajes, vidas y muertes, escribió una carta desde el alma. Sintió el impulso de salir a decir algunas cosas en medio de tanta opinión soez. ¿Puede pedirsele objetividad a alguien que hace una década ve, trabaja y quiere a Elisa Carrió? Yo hubiera dicho que no, que para qué, pero Matías, a quien tengo el gusto de conocer, responde con distancia, datos, anécdotas, y sin chicanas en una misiva que le envió a Ernesto Tenembaun y Tato Young. Ahora, a continuación, la adjunto para que la lean completa. Antes, quiero transcribir la frase que más me impactó. Podría decirse que es una máxima. El límite entre la buena política y los hijos de puta de siempre. Ustedes dirán. Méndez dice (suena irónico pues así se lo desnombra a un ex presidente riojano):
"Creo que no hay nada más reaccionario que el afano. Estoy convencido que no hay nada más de derecha que robar. Y también estoy seguro que, en Argentina, no hay nada más revolucionario que la honestidad".
Acá les pego la carta: