sábado, julio 30, 2011

Zaffaroni, prostíbulos y el hostigamiento mediático


Hace dos miércoles, mi amigo El Faco -periodista de Perfil.com- estaba contento. "Tengo una bomba", me dijo. Le pedí detalles. Se disculpó y sólo me dio tres palabras: "Zaffaroni, depto, putas". A las pocas horas, creo que fue el viernes 22, vi su nota: "Un departamento que Raúl Zaffaroni admitió como propio es un prostíbulo". En ella, se explicaba que en una propiedad del juez de la Corte Suprema funcionaba un cabaret. Nada más. Nada menos.

El Faco creo que tenía un conocido, vecino del edificio que, como la mayoría, estaba harto de que un puticlub funcionara ahí. Con quién se la agarraban, con el dueño del departamento, Eugenio Zaffaroni, tal como podía leerse en las expensas.

En Twitter la noticia explotó, muchos felicitaron a El Faco por el dato, otros le restaron crédito y dijeron que eso no era periodismo. Aclaro algo desde el vamos: para mi eso sí es periodismo.

Después en LIBRE, diario en el que trabajo, nos metimos en el tema. Se investigó sobre el trabajo de El Faco y se descubrió que ese hallazgo era apenas la punta del iceberg. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Esa fue la cantidad de prostíbulos denunciados por trata de blancas que funcionaba en propiedades del jurista aparecieron en el transcurso de la semana.

En todo momento, se llamó al juez Zaffaroni. Su palabra, el estafado de la historia, en cuyos deptos -muchos de los cuales dice ni conocer- funcionaban puticlubs. Se prostituía a mujeres -muchas dominicanas y paraguayas según la denuncia de la ONG La Alameda- en condiciones de semi-esclavitud.

El supremo nunca atendió el teléfono. Se le hicieron guardias -algo común en periodismo- para intentar hablar con él de este tema que lo tenía como protagonista. Jamás atendió. Su respuesta fue el silencio. Pero su silencio no abarcó a Víctor Hugo Morales, con quien habló tras la aparición del primer puticlub, ni a los diarios oficialista Tiempo Argentino y Página/12, que lo entrevistaron cuando se sabía de tres propiedades.

En los tres casos, se presentó como una víctima, pero el victimario no era la persona o inmobiliaria que lo engañó y convirtió seis de sus propiedades (el viernes por la noche apareció un sexto puticlub manejado por una actríz porno) prostíbulos. Siempre el juez de la Corte denunció ser víctima de la prensa "amarilla".

Con Víctor Hugo Morales -que ve operaciones de Magnetto hasta cuando pide un cortado y le traen café solo- dijo: "Si después de cuarenta años de profesor de Criminología y treinta y cinco años de juez penal, se me ocurre poner un prostíbulo con mi nombre y apellido, soy un débil mental".

Pero luego, con Tiempo y Página/12.“Me preocupa que se generalice este mecanismo de acoso y persecución”, dijo a Tiempo. Sobre las guardias periodísticas aseguró: "Me fotografían cuando salgo, cuando entro. Han conseguido los teléfonos celulares de mis colaboradores y los llaman a la madrugada. A mí también me llaman a cualquier hora y a la oficina varias veces al día. Me siguen por la calle con un taxi y me fotografían. Yo sé que eso es un juego. Sé que lo que están haciendo es ver si yo reacciono tipo Maradona. Naturalmente no lo voy a hacer.”

Nunca aclaró que jamás quiso responder los llamados, mensajes e intentos de contactarlo. El editor de policiales del diario, fue más allá que el propio juez. Vinculó la publicación de la noticia a la prohibición del rubro 59, dijo que los pasquines de Perfil eran aliados putativos de Magnetto, y el único fin de las notas de Zaffaroni eran "esmerilar la gestión de un gobierno votado por la mayoría de los argentinos".

Con Página/12 fue más visceral. "Me molesta el procedimiento, porque es demasiado sucio: quieren desequilibrarme emocionalmente, aprovecharse de una situación desgraciada para provocar una reacción agresiva en mí o en los colaboradores más cercanos y explotarla al máximo".

Ahora entiendo todo, Magnetto llamó a Perfil para empezar un plan, El Faco fue el "soldado" elegido, para desequilibrar emocionalmente a Eugenio Zaffaroni, así se levantaba la prohibición sobre el rubro 59, se le inventaron seis cabarets donde se explotaban mujeres en sus propiedades. Zaffaroni le pega una piña a algún periodista, termina en escándalo y pierde Cristina en octubre.

No es que todo es mucho más simple. Un pibe consigue un dato, lo investiga y destapa algo. Otros periodistas ahondan esa investigación y la dan a conocer. Cualquier persona con seis cabarets en sus departamentos, estaría siendo investigado por encubrir proxenetas. Zaffaroni no, el es sólo una víctima de "hostigamiento mediático" del amarillismo.

Hay que matar al mensajero.

Adio!

martes, julio 12, 2011

Fito, sacate el diablo de tu corazón


A veces la bronca puede ser mala compañera. La columna de Fito Páez en la contratapa de Página/12 de hoy, martes, así lo confirma. El músico rosarino dijo, en todo su derecho, que le daba "asco" la mitad de Buenos Aires. Afirmó que 5 de cada 10 porteños le dan arcadas y ganas de vomitar. Escribió:
Nunca Buenos Aires estuvo menos misteriosa que hoy. Nunca estuvo más lejos de ser esa ciudad deseada por todos. Hoy hecha un estropajo, convertida en una feria de globos que vende libros igual que hamburguesas, la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que no quieren ser. Y lo que esa mitad está siendo o en lo que se está transformando, cada vez con más vehemencia desde hace unas décadas, repugna. Hablo por la aplastante mayoría macrista que se impuso con el límpido voto republicano, que hoy probablemente se esconda bajo algún disfraz progresista, como lo hicieron los que “no votaron a Menem la segunda vez”, por la vergüenza que implica saberse mezquinos.
El idioma castellano es rico en vocabulario. Fito podría haber dicho que no compartía lo que votó la mitad de los porteños. Que disentía con ellos. Que vivían en una isla, como opinó hace algunos años un hoy ex jefe de Gabinete. Podría haberle dado angustia, como dice su tema que hablar de Buenos Aires (video). Hasta que eran "no pensantes" -ponele- como dijo un idiota electo comunero de la 2 en Recoleta. Pero es asco es más fuerte. La imagen del asco es inaceptable en democracia.

Vamos por la negativa: por qué a Fito no le dieron asco los 3.400 nazis que votaron al candidato fascitas Alejandro Biondini. ¿Le dan asco o no porque no votaron al PRO? Digo... Son nazis, no hay nada más despreciable que los nazis. Por qué Páez no se quejo de los más de 10 mil ¿antiabortistas que apoyaron a Cynthia Hotton. ¿Dijo algo? No, solo le dieron asco los de la "aplastante mayoría macrista".

Ahora en positivo. La democracia marca que los pueblos eligen a sus gobernantes. En ese contexto, Macri cosechó más apoyo que Filmus. El Frente para la Victoria tendrá que hacer autocrítica y retomar la iniciativa de la campaña, no desde el asco. Desde el asco no se ganan votos. Fito, en su sincericidio, solo ayudó a una más aplastante victoria del PRO en segunda vuelta. Creo yo. Puedo equivocarme.

Sentirse asqueado por la democracia, si bien no es ser destituyente, se le parece bastante. Ni siquiera Hebe de Bonafini, una mujer más que respetable a pesar de sus exabruptos, dijo que le dan asco los ruralistas cuando pidió reprimirlos. Cortaban la calle y según la ley (y sus múltiples interpretaciones), eran plausibles de ser corridos, como reclama la titular de Madres desde el Congreso.

Como dice el tema de Fito, en Buenos Aires hay que sacarse el diablo del corazón. Como decía Páez alguna vez, cuando era un "chico pobre": "Aprendé de mí, que soy un chico pobre de allá, del interior...". Y cierro con otra frase de rosarino aporteñado: "La puta madre que los re mil parío".

Adio!

lunes, julio 04, 2011

Filmus y pinchame...

La campaña porteña siempre es generadora de spots polémicos, insólitos y hasta inentendibles. Recién, me encuentro con tres cortos publicitarios con el lema "No seas boludo, sumate" en apoyo a la campaña K de Daniel Filmus, Carlos Tomada y Juan Cabandié. A mí, me gustaron, no sé a ustedes.



Adio!